Otra vez vuelve a ponerse en debate la opción de regresar al sistema bicameral, y ayer se dio un paso adelante en dicha dirección al aprobarse, en la Comisión de Constitución, el dictamen para restituir el Senado. Es un debate relevante para la vida política nacional en el que existen argumentos válidos para ambas opciones: una cámara -como ahora- o dos como hasta 1992. Es obvio que el camino de una sola cámara es más popular por la mala imagen del Congreso. Debido al desempeño inapropiado de varios legisladores en los últimos años -y los días recientes han traído, lamentablemente, otros malos ejemplos-, el ciudadano común y corriente tiene una actitud lejana y adversa con el Poder Legislativo.Por ello, este es visto por muchos como un ámbito improductivo y de obtención de prebendas, antes que como uno de servicio público. Esto es injusto pues no se puede generalizar, pero es una realidad a tener en cuenta. Así, tener dos cámaras será percibido por un sector relevante de la población como un gasto extra inútil. No obstante, este argumento es pernicioso pues desvía los fundamentos del debate que se inicia. Lo relevante es evaluar el tema a la luz de cómo mejorar la calidad de las leyes y la representatividad real de los congresistas. En principio, un Congreso con un Senado y una Cámara de Diputados nos parece una opción superior pues puede permitir un mejor proceso legislativo en la medida que incrementa la posibilidad de subsanar los desatinos e improvisaciones que a veces se contrabandea y que, por descuido o prisa, se convierten en leyes. Quienes desde la otra orilla defienden la opción unicameral sostienen, entre otras razones, que contar con dos cámaras no necesariamente mejorará la calidad del proceso legislativo. Estos últimos también tienen razón. Por ello, junto con la discusión sobre el número de cámaras en el Congreso, es imprescindible que se evalúe otras reformas para realmente mejorar el proceso legislativo y la responsabilidad de los parlamentarios frente a sus electores. De lo contrario, cualquier decisión será estéril, señala el director de Perú 21, Augusto Álvarez Rodrich.