Parecía que, finalmente, el Estado había entendido que le faltaba visión. Esa visión estratégica y de futuro, que requerimos necesariamente como país para construir nuestro desarrollo, de acuerdo con proyectos, metas y objetivos, y definir a dónde vamos.Y es que todo indica que el Centro Nacional de Planeamiento Estratégico, que se supone iba a canalizar esta visión en el aparato estatal, prácticamente pasaría a un segundo plano, a raíz de la renuncia de Fernando Villarán, encargado de la comisión responsable de su formulación.¿Debe el Gobierno quedarse cruzado de brazos y privar al país de esa visión estratégica que debe introducirse en todas las actividades del quehacer nacional para imprimir la competitividad que reclama el mercado globalizado?No, evidentemente. Más allá de lo que quedó del improductivo y tristemente recordado Instituto Nacional de Planificación, que durante el gobierno aprista se politizó y burocratizó, urge que el Gobierno unifique todas las instituciones relacionadas con el planeamiento estratégico o que establezca políticas puntuales que sean aplicadas en paralelo en todo el aparato del Estado.Esos esfuerzos podrían ser canalizados a través de una oficina central -pequeña y expeditiva y no un de macroinstituto como el de antaño-, que no tendría que depender necesariamente del Gobierno, sino del Acuerdo Nacional, instancia que fue la que incluyó en la agenda pública la visión estratégica. Lo que no puede admitirse es que el Apra y Perú Posible hayan boicoteado el Ceplan. Unos porque consideran que un nuevo gobierno debe encabezar la modernización estratégica y los otros por nimiedades sin sentido que han postergando la creación del centro.(Edición domingo).