Ayer se conmemoró el Día Mundial de la Libertad de Prensa pero no en todos los países se honró. En Venezuela no pudieron celebrar. Y es que el fantasma de la intolerancia y la censura, la intimidación y la agresión deambula a sus anchas y pretende carcomerlo todo, desde los poderes públicos y tribunales hasta las instituciones democráticas más representativas.En un penoso círculo vicioso, ciertos gobiernos no solo están criminalizando a los medios de posición editorial crítica, sino que la intimidación desde el poder amenaza con menoscabar el derecho del ciudadano a recibir información oportuna, independiente y de calidad.En nuestro continente ello está sucediendo en Venezuela, cuyo gobierno está volviendo groseramente a épocas oscuras para instalar, ante la protesta ciudadana, un sistema orientado a acallar cualquier voz discordante. Estadísticas reveladas ayer denuncian 106 casos de vulneraciones a la libre expresión el año pasado, 95 de los cuales fueron cometidos por autoridades y 21 por tribunales y fiscales venezolanos. ¿Y qué decir del retiro de la licencia a la televisora de señal abierta RCTV que, cual venganza política, debe pagar caro por supuestamente haber promovido el golpe del 2002 e infringir la Ley de Responsabilidad Social al transmitir programación de contenido sexual en horario diurno. ¿Pero eso amerita que se le saque del aire?El caso de Venezuela es dramático y, como han expresado organismos hemisféricos como la SIP, merece la repulsa internacional a través de todos los medios e instituciones. Demuestra también el riesgo de elegir, por la vía democrática, a un gobierno con entraña autoritaria que no resiste el pluralismo y coarta la libertad.