Una vez más se mira el árbol y no el bosque: perdemos la perspectiva de las macrorregiones y descendemos al pleito por los predios locales.A propósito, nada justifica la violencia promovida por irresponsables dirigentes moqueguanos, que se lanzaron a bloquear puentes y carreteras sin pensar en el grave daño que causan a la economía sureña y a ciudadanos que nada tienen que ver con sus reclamos. Hasta ayer había por lo menos tres heridos.El meollo del problema es una vieja disputa por el centro poblado de Huaytire, que tacneños y moqueguanos reclaman como suyo, supuestamente por razones legales, de cercanía geográfica u otras. Sin embargo, en el fondo lo que se evidencia son dos cosas: el aprovechamiento politiquero de localismos radicales, pensando en los réditos electorales del futuro próximo; y la pretensión de controlar las lagunas de la zona, que han llevado a un intenso negocio de compra y venta de tierras.No es esta la única disputa territorial en curso. Hace pocos años se dio un problema similar entre Chincha y Cañete por la Pampa Melchorita, donde se iba a construir una planta de procesamiento del proyecto Camisea; y hay decenas de otros casos, a la espera del pronunciamiento de la Dirección Nacional Técnica de Demarcación Territorial, que depende de la PCM, o de la intervención de algunos congresistas que prometen todo a una u otra parte, según sus intereses políticos. ¿Podemos mirar al futuro con esta óptica tan corta, obsoleta y confrontacionista de la que medran demagógicamente algunos caudillos locales? Pues definitivamente no. Mientras el Gobierno apaga estos incendios y tiende puentes de diálogo entre las partes, tarea que le corresponde definir primariamente a la citada dirección, los líderes políticos y el Congreso tienen que evaluar seriamente una solución de fondo al tema, lo que pasa por debatir seriamente los proyectos de fusión de regiones. Ya lo hemos dicho: las macrorregiones son la opción de futuro para la división política del país. Y no solo porque permiten sumar esfuerzos y recursos para ser más competitivos y atraer inversiones, sino porque liman asperezas atávicas que siguen dividiendo innecesariamente a los peruanos.