Finalmente, se materializa la crónica de una muerte anunciada y se quiebra el bloque parlamentario de Unión por el Perú (UPP) y el Partido Nacionalista Peruano (PNP), lo que debe llevarnos a una profunda reflexión sobre el altísimo costo de la improvisación de partidos políticos.La consecuencia más inmediata y epidérmica es que dicho bloque no será más la primera minoría política del actual parlamento. Sin embargo, yendo más al fondo del asunto, es evidente, y siempre lo fue, que lo que unía a estos grupos no era una doctrina sino simple oportunismo político ante la posibilidad de acceder al Gobierno.¿Podemos imaginar lo que hubiera pasado si el candidato Humala hubiera ganado las elecciones? ¿Hasta qué punto hubiéramos sufrido los vaivenes de decisiones motivadas por pugnas grupales antes que por el interés nacional? El país tiene que aprender la lección. No basta con apelar genéricamente a seudonacionalismos, que solo apelan a emociones pero no tienen sustento doctrinario coherente y sólido. Los partidos políticos auténticos están llamados a constituir las bases de la institucionalidad democrática y de la gobernabilidad. Para ello deben contar con organización disciplinada y democracia interna. Y lo que los aglutine debe ser una sólida base doctrinal y no los caprichos de un caudillo fugaz de última hora.