Finalmente, la dirigencia del Sutep empieza a reconocer que está equivocada y que no puede seguir remando contra la corriente. Es decir, contra el interés nacional y el derecho de millones de alumnos y padres de familia de tener una educación pública de calidad.El representante del Sutep ante la CGTP, Olmedo Auris, ha dicho que su sindicato ha sufrido un duro revés, entre otras cosas, porque no supo entender la trascendencia de la evaluación censal, promovida por el Gobierno, cuyos resultados solo confirman el bajo nivel técnico del magisterio y tornan urgente la capacitación.A renglón seguido, la secretaria general Caridad Montes se ha plegado a esta autocrítica y, en un giro sorprendente, se ha mostrado abierta al diálogo con las autoridades para analizar los cambios. Más aun, ambos dirigentes han dado marcha atrás en el descabellado anuncio de huelga, lo que es una buena señal en una organización que pretendía dictar e imponer la política educativa.La reforma educativa, que clamorosamente necesitamos, no puede entenderse como resultado de una confrontación entre el Gobierno y una cúpula sindical. Sin embargo era evidente que la intolerancia de un sector sutepista representaba un escollo para cualquier cambio, pues privilegiaba sus propios intereses y el mediocre statu quo antes que el bienestar de los alumnos.En tal sentido, saludamos el cambio de actitud de la dirigencia del Sutep que, junto con otras instituciones vinculadas al sector --los padres de familia, el Colegio de Profesores, las autoridades regionales y municipales-- debe trabajar para apoyar y enriquecer el proyecto educativo nacional que este Gobierno, con mucho esfuerzo, está tratando de empujar y consolidar.