La energía, que es uno de los factores claves para el desarrollo y la prosperidad, tiene a la vez un efecto o costo de contaminación que en los últimos tiempos está siendo percibido con creciente claridad y preocupación, y que ha motivado la discusión y aplicación de políticas de promoción del uso de fuentes de energía renovables y, asimismo, la preferencia --entre las que no son renovables-- de las que producen menores cambios y efectos en el medio ambiente.El gas natural resulta ventajoso y preferible ante el petróleo, y mucho más ante el carbón, pues su empleo por combustión produce, en promedio, entre dos tercios y la mitad, respectivamente, de la contaminación que genera el gas. Y, por cierto, la energía hidráulica que se obtiene aprovechando las diferencias de altura o nivel de los cursos de agua, así como la energía eólica que convierte el viento en electricidad, o el empleo directo de la energía del sol en la producción de calor, o en la generación de electricidad mediante celdas fotovoltaicas, representan las formas de energía renovables y a la vez las de menor impacto ambiental. Se han desarrollado también últimamente los llamados biocombustibles que, si bien eran conocidos como fuentes de energía calorífica desde la antigüedad, se producen y utilizan ahora como combustibles para motores de combustión interna, por lo que adquieren la importancia que significa que la tercera parte de la energía comercial en el Perú se gasta en el transporte. Su consumo se está expandiendo notablemente gracias a los elevados y crecientes precios del petróleo, y sus formas de empleo se dan generalmente como mezclas, en diversas proporciones, con la gasolina o con el petróleo diésel, y a este último se le ha denominado biodiésel.Otro combustible basado en la biomasa es el etanol, usado desde hace más de 30 años en Brasil, donde se produce con caña de azúcar cultivada en sus grandes extensiones tropicales. Este combustible se usa en proporciones mucho mayores, que llegan al 100 %, en reemplazo de los derivados del petróleo, y su empleo se apoyó inicialmente en la escasez del oro negro que afrontó Brasil . En el Perú se está anunciando la instalación de varias industrias productoras de biocombustibles en base a la canola y a la palma aceitera, y se han formulado también sugerencias sobre la posibilidad de exonerarlos del Impuesto Selectivo al Consumo, e inclusive de otorgarles un subsidio por la ventaja ambiental que representan. Es preciso, antes de entrar al análisis de tales propuestas, recordar que la canola es la colza, o nabo silvestre mejorado, y su nombre viene de las iniciales de 'canadian oil low acid', y que la palma aceitera ya es cultivada en la selva peruana exitosamente. La conveniencia del uso y la extensión de dichos cultivos tiene implicancias con el uso del escaso suelo cultivable del país, y de la más escasa disponibilidad de agua, salvo que se dirija hacia la selva y, por tanto, cualquier decisión de subsidio tiene que analizarse también desde esa perspectiva, sin omitir su comparación con las fuentes renovables y limpias que posee el Perú, donde destaca, con nítida ventaja, la energía hidráulica.Cualquier decisión sobre temas energéticos adquiere dimensiones estratégicas para el país --aunque el término resulte opuesto a los intereses ultraliberales y cortoplacistas que impulsan la ausencia del Estado en el uso y abuso de las fuentes de energía-- y, por tanto, debe responder a una política energética explícita que, lamentablemente, no existe hoy en el Perú. Ni siquiera contamos con un indispensable balance energético anual. Nos parece prematuro y arriesgado proponer y opinar ligeramente sobre subsidios de una u otra fuente y, más aun, sin tener en cuenta sus contenidos, costos y rendimientos específicos de energía, señala el ex ministro de Energía y Minas, Juan Inchaústegui.