Por Martha Meier.La izquierda tiene en la gran minería una fuente inagotable de relatos y mártires. Y la derecha, con desidia y autocomplacencia, no impulsa una corriente minera capaz de resolver la contradicción evidente: regiones productoras de riquezas minerales y poblaciones aledañas sumidas en la pobreza, con servicios precarios y una frustración creciente. Este contraste debilita el discurso del libre mercado donde debería ser más fuerte y mostrar, en la práctica, que la minería puede ser sinónimo de prosperidad y oportunidades.Cuando una comunidad ve salir millones de dólares de su territorio y no percibe mejoras en su vida cotidiana, el mensaje liberal pierde fuerza. No porque el mercado no funcione, sino porque demora en cumplir sus promesas o, simplemente, no lo hace.La izquierda convierte esa brecha en un relato moral: empresas poderosas frente a poblaciones abandonadas. Frente a ese discurso, la derecha responde con tecnicismos: canon, impuestos, reglas fiscales, desconectados del diario sobrevivir. Y si el lenguaje no conecta con la realidad, la opción política se desvanece.(Edición sábado).