Por Omar Mariluz Laguna, director del diario Gestión.El Perú vuelve a crecer. O al menos eso indican los números macro, siempre tan entusiastas, tan pulcros, tan alejados de la vida real. Parece que viviéramos en dos países: uno que desfila en los informes del MEF, bronceado por los precios del cobre y el oro; y otro -el de carne y hueso- que camina como zombie buscando agua potable, un centro de salud que funcione o, con suerte, un barrio donde no le roben el celular.Y para cerrar el capítulo surrealista, llegan los resultados del Índice de Progreso Social Regional del Perú (IPSRP) 2025, elaborado por Centrum PUCP y Social Progress Imperative. El documento no solo confirma lo que todos intuimos: 22 de 25 regiones están en niveles bajos o muy bajos de progreso social. Es decir, avanzamos como país pero cada peruano avanza menos. La matemática perfecta del absurdo.El reporte es casi un thriller psicológico con toques de humor negro. Por ejemplo: Huancavelica supera a Cusco en progreso social. Sí, Cusco. La región que alberga Machu Picchu, ícono mundial, destino soñado, máquina de divisas. ¿Cómo la supera Huancavelica, históricamente una de las regiones más postergadas del país? Fácil: cuando la riqueza turística se administra con la eficiencia de un semáforo fuevive ra de servicio y la política local se asemeja a una competencia de quién puede gestionar peor, los resultados son exactamente estos.