La divulgación de las nóminas de personas que disputarán un cupo en las elecciones internas de los partidos para convertirse en integrantes de una plancha presidencial o candidatos al Congreso ha permitido confirmar que nos encaminamos hacia unos comicios que, en muchos sentidos, no diferirán de los celebrados en las últimas décadas. En ocasiones anteriores, en efecto, los partidos, en su mayoría, no han tenido pudor alguno en incluir en esas planchas o listas parlamentarias a individuos con cuentas pendientes con la justicia. Confiados quizás en que, en medio de la tormenta política de las campañas, los ciudadanos no reparasen demasiado en ese tipo de detalles, postularon a tales individuos con el aval del nombre del partido y, lo peor de todo, es que en no pocas ocasiones consiguieron que fueran elegidos. Una vez en el poder, la catadura moral de los personajes en cuestión ha resultado obvia con frecuencia, y los desafueros y vacancias han sido un tardío y costoso remedio a esa situación.