Por Natale Amprimo Plá, abogado constitucionalista.Como sabemos, la diferencia entre un régimen presidencial y uno parlamentario es la independencia o interdependencia política de las ramas legislativas y ejecutivas, como acota Tsebelis ("Jugadores con veto: cómo funcionan las instituciones políticas", 2006).En un régimen parlamentario puro, quien lidera el Poder Ejecutivo surge del Congreso. Es decir, su elección la hace el Legislativo y, en ese sentido, si pierde el apoyo ahí, puede caer. Digo puede porque, con el voto de censura positivo que se creó en Alemania (1949), se logró un antídoto al vacío de poder que se generaba cuando se producía una censura sin previo acuerdo de quién entraría como reemplazo. Con el invento alemán, la moción de censura trae consigo el nombre del reemplazo incluido, lo que evita la incertidumbre y, en consecuencia, hasta que no haya una mayoría que convenga en quién es el reemplazo, el gobernante, aun cuando carezca del apoyo mayoritario, puede mantenerse.En un régimen presidencial puro, tanto el Congreso como el presidente del gobierno provienen de elecciones independientes, con plazo fijo determinado.Se ha escrito mucho sobre si los sistemas parlamentarios son mejores o peores que los presidencialistas. Nosotros, si bien tenemos tradicionalmente un sistema presidencialista, hemos incorporado con el tiempo algunas figuras del parlamentarismo; como siempre, nunca nos conformamos con los modelos originales y buscamos crear algo singular que nos distinga de lo clásico, incluyendo figuras novedosas, aunque no siempre compatibles. El resultado: una suerte de arroz con mango institucional que nos mantiene en el caos.