Por Mario Ghibellini, periodista.Todo se precipitó, pero nada ni nadie lo hizo tanto como el Congreso. Y en este caso no cabe hacer distinciones entre bancadas, pues todas las que conforman la actual representación nacional participaron del corre-corre insensato que terminó con la señora Boluarte escurriéndose de Palacio bajo las sombras de la noche y el congresista José Jerí agitando con regocijo triunfador un ticket de rifa que ni siquiera había comprado. Era obvio que el ataque con metralleta a los integrantes de Agua Marina en el Círculo Militar de Chorrillos traería cola, pero pocos imaginaron que derivaría en una vacancia presidencial votada unánimemente menos de 30 horas después. Al principio pareció que las mociones orientadas en ese sentido de algunos grupos parlamentarios serían solo parte del ritual opositor inconducente habitualmente escenificado en el hemiciclo. Sin embargo, cuando de pronto Fuerza Popular despertó de su siesta complaciente y proclamó que respaldaría cualquier iniciativa para remover a la cuestionada doña, se desató la fiebre decapitadora, y hasta César Acuña y Vladimir Cerrón -que ha de estar preocupado con el cambio de clima en las alturas- impulsaron a sus secuaces a manifestarse a favor de la ejecución. Solo faltó que Morgan Quero arrojase lejos fajín y franela, y se sumara a la turba linchadora. Entendámonos bien: la señora Boluarte hizo todos los méritos para ser licenciada, pero la verdad es que los venía haciendo desde hace tiempo. En esa medida, no existía más razón para el paso de polca con el que se procedió en la Plaza Bolívar que la necesidad de algunos amigos secretos de la presidente de marcar distancias frente a ella con miras a la campaña electoral que se inicia. Y el resultado de tan frívola premura promete ser calamitoso. (Edición sábado).