Por Iván Arenas, especialista en minería e hidrocarburos.Estamos en abril del 2002. Meses antes, en febrero, se promulgó la Ley 27651, Ley de Formalización y Promoción de la Pequeña Minería y Minería Artesanal, la prehistoria del Reinfo, pero eso es harina de otro costal. Ahora estamos en abril. Se inicia una gran campaña de comunicación cuyo centro de gravedad es Lima. La campaña se llama Adiós al Cebiche. Es una campaña creativa, potente, pero sobre todo artera. Demasiado artera.La campaña moviliza el orgullo limeño y peruano hacia la gastronomía. La política y la gastronomía, cuando se juntan, suelen crear neologismos: `gastropolítica", `gastrodiplomacia", etc. La campaña "sensibiliza" al "limeño cebichero" y construye una percepción negativa contra el proyecto minero Manhattan que en Tambogrande, Piura, insistía en su desarrollo. Tambogrande es la tierra del mango y, sobre todo, del limón, ingrediente esencial para el cebiche, orgullo nacional. En junio siguiente, del 2002, se organiza un referéndum en Tambogrande en el que el 98% rechaza el proyecto minero, según sus autores. En diciembre del 2003, el gobierno le da la estocada final al proyecto cuando fulmina el estudio de impacto ambiental.Todo lo anterior representa una primera generación de "conflictos" alrededor de la minería moderna. En esta primera generación se constituye, por primera vez, un software que luego será replicado contra otros proyectos y operaciones mineras. Las ONG ideológicamente antimineras, red de medios locales y nacionales, operadores políticos, frentes de defensa, agricultores poco informados de las experiencias exitosas entre agro y minería, pero, sobre todo, un poderoso relato que enarbolaba una bandera ambientalista con paros y movilizaciones a menudo violentas de fondo. Años después, la minería informal y la extracción ilegal de minerales invadirían zonas de Tambogrande. El silencio de las ONG y operadores es desconcertante.