El domingo, el gobierno volvió a lanzarle un rescate a Petro-Perú, una empresa que desde hace años es una máquina de quemar dinero (el de los contribuyentes, claro) y que, pese a lo que se dice desde adentro, no parece que vaya a dejar de serlo pronto. A mitad de semana, el jefe del Gabinete, Eduardo Arana, afirmó que lo que han hecho no es otra cosa que honrar el compromiso que asumieron con la petrolera para apoyarla en sus "gastos de capital". "No se va a invertir un solo sol para algo adicional", explicó. Como si ello hiciera menos grave el salvataje o como si tratara de darle un cariz encomiable al asunto. La presidenta, por su parte, no ha dicho una palabra sobre este último rescate. Sin embargo, su postura sobre la petrolera no es un misterio, pues no ha dejado de apoyarla desde que asumió el cargo. No solo porque ha sido enfática en decir que no será privatizada, sino porque se ha negado siquiera a avalar alguno de los cambios que la empresa necesita con urgencia. (Edición sábado).