Por Richard Arce. Más allá del exabrupto de Gustavo Petro y el uso político que quiera hacer sobre un supuesto problema limítrofe que, en realidad, no existe -el Tratado Salomón Lozano es meridianamente claro sobre la frontera y la descripción del territorio limítrofe entre Perú y Colombia-, veamos esta sinrazón como una oportunidad para evaluar la situación actual de nuestras fronteras y las políticas públicas que se han destinado para desarrollarlas. Así, tal vez podamos lograr ese viejo sueño de tener fronteras vivas. Lo digo por la realidad de nuestros connacionales en las fronteras, quienes -en desmedro de su condición de estar del lado peruano- ven siempre con envidia la pujanza y el desarrollo que hay en las ciudades de los países vecinos. Esto obliga a nuestros connacionales a buscar hasta servicios sociales al otro lado de la frontera, como salud y educación; además, por temas de mercado, siempre van a preferir comprar los productos de los países fronterizos, que tienen mejor precio, calidad y disponibilidad. En ese sentimiento patriótico que ha empezado a efervescer, es momento de recordar los verdaderos flagelos contra los que tenemos que luchar en nuestras fronteras si realmente nos sentimos peruanos y amamos a nuestra patria. En la Amazonía, el verdadero enemigo es el narcotráfico, la minería ilegal y la deforestación, productos de la codicia del hombre, que viene depredando nuestra naturaleza, la cual ahora se ha convertido en un botín muy codiciado.