Por Alonso Rey Bustamante.En tiempos en que el país necesita con urgencia dinamizar la inversión y reactivar la economía, el Gobierno ha prometido un "shock desregulatorio ambicioso". Sin embargo, más allá del anuncio, la realidad es que el aparato estatal sigue operando con una lentitud exasperante, por no decir una porquería, trabando proyectos, encareciendo procesos y alimentando la informalidad con su inercia burocrática. El shock desregulatorio, que se anunció con bombos y platillos, avanza cromo el cangrejo, para atrás, a pesar de ser una auténtica política de Estado necesaria a gritos. Todos los ministerios deberían estar alineados en esta agenda y trabajar con celeridad para que los cambios se concreten. Sin embargo, los funcionarios incapaces de este gobierno lo único que hacen es proteger su salario y su puesto, cuando deberían ser despedidos por incapaces. Solo se requieren dos o tres decretos supremos. Entonces, ¿qué esperan?¿Quieren que los redactemos? ¡Encantados!, y veamos si así definen sus intenciones.En este contexto, resulta especialmente preocupante la pasividad del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) llamado a liderar la modernización del Estado. Un MEF que, en lugar de impulsar reformas estructurales, ha preferido destinar recursos a salvar empresas públicas ineficientes como Petroperú. ¿Dónde está esa misma urgencia para desatar el potencial de la inversión privada y formal?Más aún, urge criticar con fuerza el rol que viene cumpliendo el Estado: desarticulado, ineficiente, hostil al ciudadano, a la inversión, al emprendedor y a la empresa. Un Estado que parece vivir en piloto automático, más preocupado por blindar sus procedimientos que por resolver problemas reales.