Por César Gutiérrez Peña.Desde el inicio de la guerra entre Ucrania y Rusia en febrero de 2022, se inició un ciclo nada favorable para las energías renovables a nivel mundial. Los principales promotores venían de los países europeos, que alentaban la generación eléctrica eólica terrestre y marina, solar y termosolar; a la vez de incentivar el hidrógeno y amoníaco verde, y la electromovilidad. Estas últimas con consumo de electricidad renovable.La prédica era consciente de la aleatoriedad de la producción de las renovables, y se respaldaba en la generación termoeléctrica en base al gas natural (GN) suministrado por la Federación Rusa a Alemania y desde allí a otros países de la Unión Europea (UE). Esto era posible porque desde 2010, con Angela Merkel como canciller, se hizo una alianza con Rusia. La alianza ruso-germana construyó en el período 2010-2011 el gasoducto denominado Nordstream 1, y entre 2018-2021 el Nordstream 2, réplica del primero, a través del mar Báltico. Una gran dependencia de Alemania y la UE del gas ruso: la industria pesada alemana contó con un energético de precio competitivo.