Por María Rosa Villalobos, editora de Economía y Día1 de El Comercio.No es un secreto para nadie que Petro-Perú no está ni ha estado en los últimos años en su mejor momento. Con pérdidas de US$742 millones el año pasado y una pérdida de US$111 millones en el primer trimestre del 2025, ¡cómo podría estarlo! Aunque sus directivos traten de soslayar la precaria situación financiera de la estatal, los números hablan por sí solos, y la promesa de que el próximo año será mejor se diluye en la pregunta: ¿puede estar peor? Quien piense que sí es un pesimista a ojos de la actual administración de Petro-Perú.Decir que los bonos de la estatal cotizan bien, que son atractivos para los inversionistas extranjeros y que la situación de la empresa es relativamente buena no mitigan el hecho de que el MEF haya iniciado ya un nuevo rescate con la reprogramación (hasta el 2028) de US$1.000 millones; solo una parte de los US$2.500 millones que la estatal adeuda al Estado por salvatajes anteriores.Se hace evidente, además, un eufemismo cuando se asegura que la empresa no necesita una restructuración financiera -como lo dijo el ministro de Economía y Finanzas, Raúl Pérez Reyes- sino solamente un reperfilamiento de sus pasivos. Y es que, aunque en esta columna somos respetuosos de los tecnicismos, la situación económica y también política de la petrolera refleja que necesita ayuda, y cada vez de manera más urgente.