Por Alfonso Rey Bustamante, presidente de ComexPerú.Vivimos en tiempos de marcada inestabilidad internacional. Las tensiones geopolíticas -desde el conflicto en Medio Oriente hasta las crecientes fricciones entre las principales potencias- elevan los precios del petróleo, generan presiones inflacionarias y reducen la confianza global. En el Perú, ese entorno se traduce en encarecimiento del combustible, posible alza de tasas de interés, encarecimiento del crédito y menor dinamismo del consumo. Durante el conflicto en Ucrania, la inflación en Perú superó el 11% en rubros clave, como alimentos, vivienda y energía, según cifras del INEI. Este aumento, impulsado por el encarecimiento del petróleo, los fertilizantes y los granos, generó malestar social y presiones económicas que tuvieron efectos concretos en los bolsillos de las familias. Hoy, aunque los factores son distintos, las señales de alerta se repiten.Y, sin embargo, ante ese escenario, el Estado peruano insiste en botar dinero en un barril sin fondo como Petroperú. En lugar de garantizar seguridad energética, esta empresa estatal ha sido sinónimo de sobrecostos, mala gestión y multimillonarios rescates con dinero público. ¿Qué sentido tiene hablar de competitividad mientras seguimos financiando a un elefante blanco incapaz de operar con un mínimo de eficiencia?Frente a una tormenta externa, no podemos reaccionar con mezquindad interna ni dejar de hacer lo que se debe hacer. Si el petróleo sube y las tasas globales ascienden, el Gobierno debe acelerar un shock desregulatorio que fortalezca un entorno competitivo, atractivo para la inversión y resiliente ante choques globales.