Por Felipe Morris.La crisis económica que atraviesa Bolivia ofrece una lección clara para el Perú: el populismo económico, sostenido por el gasto público desbordado, subsidios insostenibles y desprecio por la inversión privada, termina erosionando las bases mismas de la economía. El caso boliviano es relevante porque durante años fue presentado como modelo alternativo al "neoliberalismo", apoyado en la bonanza del gas, un Estado paternalista y un tipo de cambio fijo que ofrecía una apariencia de estabilidad. Hoy, ese modelo de izquierda se desmorona. Las cifras son claras. Las reservas internacionales netas han caído de más de 15,000 millones de dólares en 2014 a poco más de 2,600 millones en 2025. El déficit fiscal se mantiene crónico. La inflación supera el 15% anual y los precios de los alimentos suben más del 24%. El tipo de cambio oficial de 6.96 bolivianos por dólar es una ficción: en el mercado paralelo ya se pagan hasta 16 bolivianos. Una devaluación de facto que refleja el colapso de la confianza en la moneda nacional.Todo esto es consecuencia de malas políticas económicas: sostener artificialmente un tipo de cambio fijo, mantener subsidios a los combustibles mientras se agotan la producción y exportaciones de gas, endeudarse sin disciplina fiscal, y desincentivar la inversión privada a través de nacionalizaciones y control estatal. Bolivia vivió durante años de una ilusión de prosperidad, alimentada por ingresos temporales, mientras se deterioraban sus capacidades productivas. Hoy, enfrenta las consecuencias.