Por Carlos Casas Tragodara, profesor de la Universidad del Pacífico.En las últimas semanas han aparecido muchas opiniones acerca de la modificación del Foncomun. Algunas con mucho sustento, pero otras no tanto. En primer lugar, debemos decir que, en cuanto a las municipalidades, existe una elevada heterogeneidad. Es distinto si hablamos de una municipalidad rural o una urbana; otra división es si pertenece a Lima Metropolitana o no; una tercera, si se encuentra ubicada en una zona productora de recursos extractivos o no. Uno puede pensar en muchos criterios y encontrará, por cada uno de ellos, realidades muy disímiles. Tomemos dos casos para que se aprecie la disparidad observada. La municipalidad de San Marcos, en el departamento de Áncash, recibió el año 2024, S/ 22,761 por habitante. Analizamos al azar la municipalidad de Molino, en el departamento de Huánuco. El presupuesto per cápita allí fue de S/ 669 para el mismo año. ¡La diferencia es de 34 veces! ¿Quién crea esta distorsión? El canon. Este recurso se concentra en las zonas productoras y genera una gran desigualdad fiscal.Para seguir con nuestro ejemplo, el presupuesto de San Marcos fue de S/ 490 millones. De este total, el 98% provino de transferencias y el 97% específicamente del canon. Por otro lado, la municipalidad de Molino tuvo un presupuesto de poco más de S/ 8 millones, donde el 80% proviene de transferencias y el 73% del Foncomun, en este caso.En primer lugar, las cifras revelan la alta dependencia de las transferencias por parte de estas municipalidades. Sin ellas, no podrían existir. Por el lado de la disparidad, esta debe ser compensada a través de otras transferencias. Lamentablemente, la distorsión creada por el canon no se corrige con el Foncomun, porque ambos tienen más o menos los mismos criterios de reparto.