Por Luis Espinoza, experto en mercado energético y exviceministro de Energía.Uno de los principales indicadores de seguridad energética es su capacidad de respuesta ante la demanda. En Perú, esa capacidad adicional supera el 50%, lo que transmite una sensación de tranquilidad. Pero esa seguridad solo existe porque hay centrales capaces de activarse cuando las renovables no pueden hacerlo. Esas son las térmicas, que operan con gas natural o diésel y no dependen del clima.Para asegurar su disponibilidad se creó el precio de potencia, un pago que todos los usuarios hacemos para que estén listas, incluso si no generan energía todos los días. En el 2004, con el inicio de Camisea, se apostó por el gas como fuente confiable y más económica. Para garantizar su desarrollo se establecieron contratos de largo plazo y mecanismos de ingresos mínimos, que funcionaron mientras la demanda no superó los 450 millones de pies cúbicos por día (MMPCD). Hoy, la demanda nacional alcanza los 900 MMPCD y la exportación suma 600 MMPCD más. En este modelo, los usuarios pagan la molécula, el transporte y la distribución por separado. Hasta el 2021, las térmicas podían contratar el transporte como costo fijo y declarar el gas como variable. Esa flexibilidad era clave para competir con renovables y sostenerse financieramente. Esa regla cambió tras un fallo del Tribunal Constitucional.