Entre los extranjeros que recién aprenden hechos sobre la economía peruana, hay dos cuestiones que usualmente llaman la atención para un país de ingresos medios como este, una buena y una mala. La primera es la notable estabilidad macroeconómica del Perú a pesar de los vaivenes políticos. La segunda es la increíble proporción de trabajadores informales. Según las últimas estadísticas del INEI, siete de cada 10 trabajadores laboran sin contrato o registro. Dados los ingresos promedio por habitante en países similares, la cifra debería ser más cercana a cinco de cada 10. Ayer, El Comercio publicó un informe del Instituto Peruano de Economía en el que se resalta parte de las consecuencias de esta situación. El trabajador formal produce, en promedio, seis veces más que el trabajador informal. Ello, por supuesto, se traduce en ingresos dispares. Aparte de las diferencias en educación productiva de cada trabajador, el acceso a mercados más amplios, créditos, protecciones legales, entre otros atributos de la formalidad, explican la mayoría de la brecha de productividad. De acuerdo con el estudio, los más afectados con la prevalencia de la informalidad y las condiciones precarias de empleo son los jóvenes.