Ayer, por tercera vez en menos de seis meses, los transportistas paralizaron la capital para reclamar por la oleada de criminalidad que viene desangrando al sector. En la víspera, se había anunciado que unas 460 empresas -que operan unas 20.000 unidades- acatarían la medida de fuerza y, la verdad, bastaba con recorrer las principales avenidas de la capital desde muy temprano para advertir que, si no todas, cuando menos una gran mayoría de ellas terminó respondiendo a la convocatoria.De más está decir que con un paro de tal magnitud nadie sale ganando. No ganan, ciertamente, los transportistas; muchos de los que viven del dinero que generan a diario. Y tampoco gana la ciudadanía, pues la paralización conlleva no solo a que muchos negocios tengan que suspender o acortar su horario de trabajo, sino también obliga a los colegios y universidades a forzar las clases remotas con el impacto que ello supone para el aprendizaje de los alumnos.