Nadie podrá decir que la decisión de Donald Trump de aplicar aranceles a bienes peruanos vendidos a Estados Unidos fue una sorpresa. El Gobierno de Dina Boluarte no tomó con seriedad ese riesgo y, ahora, está ensayando excusas pueriles para justificar su falta de prevención. El argumento más mentado es que la tasa de 10% aplicada al Perú es la más baja, aunque se está ignorando, suponemos que inadvertidamente, que alterará los planes de negocios de las empresas locales que exportan a Estados Unidos.Es que los bienes afectados con el arancel se encarecerán en el mercado estadounidense y tendrían que competir con productos fabricados allá que, si bien no son sustitutos perfectos, podrían ganar aceptación de los consumidores ya que estos se verán obligados a reemplazar bienes importados onerosos por bienes locales relativamente baratos. En suma, los productos peruanos sí perderán competitividad, pero no en el mercado internacional -porque Trump ha aplicado aranceles a casi todo los países- sino en el mercado de destino. Y para mitigar ese perjuicio, las empresas exportadoras se verían obligadas a ajustar sus costos, quizás sacrificando márgenes de ganancia o reduciendo personal, o ambos.