El último viernes Juan José Santiváñez fue finalmente censurado como ministro del Interior, luego de semanas de incertidumbre. La decisión de la mayoría legislativa en este caso, qué duda cabe, fue correcta. Santiváñez debía salir, no solo por sus pobres resultados de gestión (hoy hay más homicidios, al 19 de marzo sumaron 475 según el Sinadef, y la policía desarticula menos bandas que hace un año), sino por su penosa conducta frente a la prensa y la ciudadanía y su poca seriedad en el cargo. Sin embargo, está también claro que su salida debe ser solo el inicio de una reforma más profunda, si se quiere lograr un resultado real.La cartera del Interior, valgan verdades, no había sido en las últimas décadas una isla de eficiencia. Dicho esto, cuando menos, en la última década se habían hecho esfuerzos por unificar el salario de la policía (que hasta hace no mucho estaba conformado por un sueldo base muy bajo y decenas de pequeñas bonificaciones no pensionables), así como por reducir el alcance del régimen 24x24 (salvo excepciones puntuales, el régimen policial debería ser exclusivo). El reforzamiento del sistema de recompensas también había sido un avance de la última década.