Ahora que las nuevas autoridades del Poder Judicial han anunciado su compromiso y voluntad de iniciar la reforma que, de modo clamoroso, demanda el país, debemos recordar una premisa incontrovertible: Nada cambiará si no se mejora la capacidad directriz del Poder Judicial: la Corte Suprema y su sala plena. Si esta es buena, sus virtudes decantarán casi solas hacia abajo; pero si no lo es, difícilmente las cosas cambiarán, pues tenderán al statu quo que es lo que más gratifica al mediocre.Resulta oportuno y estrictamente necesario recordar esto ante las preocupantes y perturbadoras noticias sobre la convocatoria del Consejo Nacional de la Magistratura (CNM) para cubrir estratégicas vacantes judiciales, entre ellas varias de la Corte Suprema. Según se ha publicado, varios candidatos ya fueron desaprobados hasta en dos ocasiones, otros son conocidos por su filiación partidaria o por emitir fallos polémicos y muchos no cumplen los requisitos profesionales y éticos que se requiere.En suma, se trata de candidatos poco idóneos no solo para la alta función por desempeñar, sino sobre todo para liderar el motor del cambio radical que debe caracterizar la reforma judicial. Efectivamente, hay cinco plazas de la Corte Suprema por completar y una vacante en la Junta de Fiscales Supremos, por lo que el mismo presidente del CNM, doctor Francisco Delgado de la Flor, no descarta que se pueda declarar desiertas las plazas. En el mismo sentido se han pronunciado reconocidos juristas independientes como Jorge Avendaño, Carlos Rivera, de Justicia Viva, y Luis Flores, ex miembro del CNM, quienes lanzaron la voz de alerta y solicitan estudiar bien a los candidatos o, llegado el caso, declarar desierto el concurso. Puede tratarse de una medida extrema pero ciertamente sería una salida legal y legítima ante una ingrata realidad en la que están en juego no solo el futuro del Poder Judicial mismo, sino también de la institucionalidad democrática e incluso el desarrollo económico y social del país. Hoy, cuando el Perú atraviesa una etapa de estabilidad política y crecimiento económico que ha dado lugar a un optimismo no visto en muchas décadas, requerimos un Poder Judicial comprometido con el orden legal y que promueva un nivel de progreso. Y ello no es posible sin la llegada de nuevas inversiones que reclaman seguridad jurídica.Solo una Corte Suprema de calidad, que anteponga los intereses del país a cualquier otro, podrá plantear las modificaciones a su propia estructura y prerrogativas. Por ejemplo para reducirse en número, modificar las normas para aliviarse de la enorme carga procesal que hoy la agobia y convertirse en una corte de casación que siente jurisprudencia.Todo ello exige, como condición sine qua non, una mejora cualitativa de la composición de la Corte Suprema. Por ello, ante la mediocridad de los candidatos, tiene que evaluarse detenidamente la viabilidad del concurso actual y considerar seriamente la posibilidad de declararlo desierto. Luego tienen que abrirse las vías para que connotados abogados o catedráticos de prestigio, así como magistrados de carrera de destacada trayectoria profesional y ética, puedan brindar su experiencia y reputación al país desde la Corte Suprema. Ya lo dijo hace pocos días el nuevo presidente del Poder Judicial, doctor Francisco Távara: "El fortalecimiento de la autonomía del Poder Judicial pasa por vigorizar sus órganos de gobierno, en especial su máximo órgano de deliberación, como es la sala plena de la Corte Suprema".