Por Jorge Solís.El pretendido cambio de identidad visual de la empresa estatal Petroperú, por el prurito de su presidente Alejandro Narváez, no hace más que confirmar el hilo conductor de una atávica deficiente gestión, signada por la estulticia y la corrupción.La situación no pasaría de ser un repudiable hecho anecdótico, si no fuera una constante en el manejo de la cosa pública.Entre otras imprecaciones, hace un tiempo atrás, la petrolera estatal gastó la friolera de S/8.76 millones para promover su nueva imagen en consultoría, servicios en agencias publicitarias, para imponer el logotipo que la caracteriza actualmente, la que fue implementada entre el año 2020 y 2021, en plena pandemia.