Por Iván Alonso, economista.Cuestionado por el incumplimiento repetido de la regla fiscal, que pone un tope al déficit presupuestal, el ministro José Arista declaró antes de Navidad que había que cambiarla para darle más cabida a la inversión en infraestructura. Sus palabras pueden interpretarse de dos maneras. La primera, que es como mayormente se interpretó, es que no importa incumplir la regla fiscal si el incumplimiento se debe a la inversión en infraestructura. Se interpretó, en otras palabras, como una criollada. La segunda es que el concepto de la regla fiscal debería diferenciar entre el gasto y la inversión pública, con limitaciones más estrictas, presumiblemente, para lo primero.Cualquiera de las dos interpretaciones supone que, en la mente del ministro, no está tan mal tener un déficit si es para construir infraestructura. La infraestructura, después de todo, aumenta el bienestar de la gente y la productividad de la economía: más colegios y hospitales; más carreteras para reducir tiempos de viaje. Supuestamente, tenemos que agregar, porque no siempre el bienestar y la productividad aumentan lo suficiente como para justificar el costo.