Por Diego Macera, director del Instituto Peruano de Economía (IPE).A veces, los partidarios de un Estado más intervencionista, con su dejo populista, ganan la partida porque construyen una mejor narrativa -es decir, la ganan legítimamente en la cancha política-. A veces la ganan porque tienen intereses creados de su lado (de burócratas, de jueces, de empresarios prebendarios, etc.). Pero a veces la ganan porque quienes abogan por reformas sensatas a favor de libertades económicas y un Estado más eficiente simplemente se aburren de insistir en sus propias recetas.Hace varios años ya, por ejemplo, se dejó de hablar de una reforma laboral. Ahora tímidamente se comenta, a lo más, que el nuevo incremento del salario mínimo perjudica a los más vulnerables. Pero de relajar las condiciones de despido o de reducir la carga de regulaciones absurda sobre cada aspecto de la relación laboral (vacaciones, gratificaciones, trabajo remoto, entre otros), casi nada. El compendio de normas laborales del régimen privado tiene nada menos que 1.733 páginas, y creciendo. A juzgar por las búsquedas de Google, la última vez que hubo interés en el tema fue a finales del 2018. Desde entonces, nada. La serie de derrotas, incluido el fiasco de la llamada ‘Ley Pulpín’, desanimó a muchos.