Según los principales indicadores económicos, hemos cerrado el año 2006 en azul. La imagen del país en el exterior sigue siendo positiva luego de la disputada elección por el cambio de gobierno. Y, de acuerdo con recientes encuestas, la mayoría de peruanos percibe que está progresando, aprecia la democracia y cree que las cosas pueden y deben ser mejores.Por primera vez en muchos años podemos ver un horizonte compuesto de logros y desafíos que tenemos que cuidar de no tirar por la borda.La experiencia de tres décadas perdidas, empezando desde el 68 con la irrupción de la dictadura militar, debe ser considerada como un referente irrepetible.Nos encontramos en una coyuntura especialmente positiva y promisoria, y todos --Gobierno, oposición, empresarios, gremios, jóvenes y ciudadanos de toda condición-- estamos obligados a aprovechar las actuales condiciones sociopolíticas del país para enganchar con el sentido de futuro que se nos brinda hoy en día. Es derecho de los peruanos aspirar a más y mejorar nuestra calidad de vida y la de nuestros hijos. Es más: hay millones de hermanos que viven en extrema pobreza y necesitan empleo digno, educación y salud. Necesitamos construir un país unido, con mayor estabilidad, predictibilidad y honestidad, y sin exclusiones, para lo cual hay que derribar las barreras de la pobreza y la incomunicación.Como es obvio, la responsabilidad principal recae en el Gobierno, que debe mantener las líneas maestras del programa económico y social y espantar cualquier atisbo de heterodoxia, populismo o excesivo personalismo, que ya resultaron nefastos en el pasado. Para atraer las inversiones, en beneficio de la empresa y el empleo, deben ofrecerse las garantías necesarias.Esto es prioritario: promover y sostener la estabilidad política y tender puentes con los otros poderes y con las autoridades regionales para lograr que el Estado como tal funcione de modo más óptimo, con transparencia y sin despilfarros.Entre las reformas que deben trabajarse consensuada y urgentemente están la del Estado y otras que demandan cambios constitucionales, como el retorno a la bicameralidad, la reforma judicial, el blindaje de los órganos reguladores y los ajustes al sistema electoral, entre otros. Esta misma unidad de fuerzas tiene que continuar para lograr otros objetivos: suscribir el tratado de libre comercio con Estados Unidos que asegure mercado para nuestras exportaciones; imprimirle energía al llamado TLC interno y al programa Sierra Exportadora; no bajar la guardia y derrotar con las fuerzas del Estado legal y legítimo a las mafias criminales del narcotráfico que se han aliado con los remanentes terroristas; y denunciar a las fuerzas oscuras y desestabilizadoras que se agazapan detrás de algunos grupos supuestamente gremiales o reivindicatorios --como el Sutep-- para bloquear cualquier intento de mejorar sectores en situación crítica, como la educación, a sabiendas de que sin buena educación no hay desarrollo ni inclusión.Hay razones para el optimismo y la esperanza. Pero para que este tiempo de esperanza no se diluya en el aire como burbujas de champán, tenemos que actuar unidos y con realismo, identificando nuestras fortalezas, pero también nuestros problemas. Solo así podremos planificar responsablemente el salto cualitativo al desarrollo que nos toca a la puerta. (Edición lunes).