Por Omar Mariluz Laguna, director periodístico de Gestión.El Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) ha sido históricamente una de las instituciones con mayor peso en la política peruana. Su papel como guardián de las cuentas públicas y promotor de políticas económicas sensatas ha sido fundamental para mantenerlaestabilidadmacroeconómica del país y fomentar el crecimiento. Sin embargo, bajo la gestión actual de José Arista, el MEF parece haberse convertido en una figura decorativa, incapaz de ejercer el liderazgo que le corresponde.Un caso emblemático es el reciente debate sobre las exoneraciones tributarias a las Zonas Económicas Especiales (ZEE). Arista defendió inicialmente una posición técnica, proponiendo una tasa de impuesto a la renta del 5%, que deberíaincrementarseprogresivamente hasta el 15%.Sin embargo, su voz fue opacada por la del ministro de Desarrollo e Inclusión Social, Julio De Martini, quien aseguró que la presidenta Dina Boluarte estaba a favor de aplicar cero impuestos, enmendándole públicamente la plana al titular del MEF. Este episodio no solo evidencia las fisuras internas del gabinete, sino también la incapacidad de Arista para imponer una línea coherente en políticas clave.El caso de Petroperú resulta aún más revelador. A pesar de que el MEF abogaba por un directorio con una visión técnica y orientada al mercado, como el liderado anteriormente por Oliver Stark, la presidenta decidió nombrar un directorio de corteestatista,encabezadopor Alejandro Narváez y Óscar Vera. Este movimiento responde más a intereses políticos que a criterios económicos, relegando a la petrolera estatal a los vaivenes de decisiones cortoplacistas y alejándola de cualquier posibilidad de sostenibilidad financiera.