Por María Rosa Villalobos, editora de Economía y Día1 de El Comercio.La designación del nuevo directorio de Petro-Perú ha tomado poco más de dos meses. La precariedad de las gestiones alrededor de la estatal se reveló por sí sola cuando el último viernes, dos de los integrantes del flamante directorio confirmaron a El Comercio que habían renunciado a sus cargos en menos de 24 horas. Aunque altamente vergonzoso, este hecho no es lo que más debería llamar nuestra atención. Una vez designado, el directorio puede continuar operando y ocupar los dos asientos vacantes con otros perfiles que mantengan el estatus quo de la mayoría liderada por Alejandro Narváez, una persona que se ha manifestado abiertamente en contra de la propuesta del directorio anterior (liderado por Oliver Stark) que buscaba, entre otras cosas, encargar la administración de la petrolera a un gestor privado. Las razones del por qué esta situación es tremendamente perjudicial no son pocas, pero elijo resaltar que en el directorio nombrado hacen falta profesionales con conocimiento financiero y de gestión especializada para lidiar con el tremendo problema de liquidez que enfrenta Petro-Perú. El camino en la era Narváez está trazado: más de lo mismo.