Por Carlos Anderson, congresista.Al momento de escribir esta columna -y después de un mes de habérsele entregado 1,000 millones de dólares más que, sin un atrevido plan de reestructuración financiera, constituye un nuevo despilfarro- Petroperú sigue dando desesperadas vueltas cuál si fuera una gallina sin cabeza.Literalmente. Y es que, a la renuncia del directorio presidido por Oliver Stark le ha seguido el silencio, los anuncios contradictorios de los ministros José Arista (MEF) y Rómulo Mucho (Minem) y una serie de globos de ensayo de posibles nombres -cada cual más cuestionado- para reemplazar a Mr. Stark. Pero, en cuanto a una ruta clara de evacuación para salir de la crisis y evitar que "el país" se siga desangrando financieramente, nada. Pareciera que hubiera una "huelga general" de ideas y/o propuestas. Si bien el problema de Petroperú es de carácter total -de gobernanza, operativo, técnico, financiero y comercial- no cabe duda que la amenaza mayor viene por el lado del estrés financiero producto de la enorme deuda que arrastra por obra y gracia de la malhadada Refinería de Talara.A continuación, una propuesta de solución al problema de la deuda de Petroperú que responde a la lógica propia de los mercados de capitales.