Por María Rosa Villalobos, editora de Economía y Día1 de El Comercio.Han pasado más de 5 semanas desde la renuncia de profesionales probos al Directorio de Petro-Perú y de las promesas del Ejecutivo anunciando que pronto se conocería a los nuevos miembros. En setiembre, la viceministra de Hacienda presentó su renuncia y la inseguridad ciudadana ha convertido la agenda gubernamental en una casi monotemática. En el camino, el Ejecutivo ha cambiado el tono respecto al tema Petro-Perú, exhortando a una suerte de tregua, mostrando la falencia de esta gestión en poder priorizar y gestionar agendas paralelas en un país que necesita seguridad para civiles, pero también para su economía: la demora en la elección del Directorio responde a su afán por reclutar a las personas idóneas para que este actúe de manera armónica. ¿Cuánta paciencia nos queda aún a los peruanos ante promesas que aún no vemos materializadas? Nadie podría estar en contra de un buen proceso de selección, pero la ausencia de este Directorio debilita a la petrolera y hace retador el proceso de selección de los perfiles que lo integren. Enfrentarán más adversidades que fortunas. La situación de Petro-Perú enfrenta además un reto adicional, y es que la Junta General de Accionistas también busca un reemplazo. Esta está compuesta por los ministros de Energía y Minas y de Economía y Finanzas, el viceministro de Hidrocarburos y los viceministros de Economía y Hacienda. Al cierre de esta columna no se conoce el reemplazo de la viceministra antes mencionada, cuyo rol quizás sea el más neurálgico: articular la administración financiera de todo el sector público.