Hasta antes del arribo a Hualanga de los 350 efectivos militares y policiales desplegados para imponer el orden en Pataz, el distrito liberteño era la viva imagen del Viejo Oeste norteamericano. Cuentan los funcionarios de Minera Poderosa -la empresa más afectada por el accionar delictivo de los mineros ilegales- que las balaceras y asesinatos eran moneda de todos los días en los poblados más opulentos, como Zarumilla, Pueblo Nuevo y Pataz, donde "la mayor parte de la gente caminaba con una pistola al cinto" y "los night clubs funcionaban todo el día". "Ahora, la violencia en la superficie ha bajado por la presencia de la policía, pero es una tensa calma", indica el gerente de la unidad minera, quien guio a El Comercio en un viaje de inspección.(Edición domingo).
- [El Comercio,Pág. 21] /