Por Alonso Rey.Uno de los mayores desafíos que enfrentamos como país es la falta de capacidad en la administración tanto de las empresas públicas como de las instituciones del Estado. El Estado y sus cuadros técnicos vienen siendo destruidos desde el gobierno de Humala y con Castillo han llegado a su peor momento. Esta carencia no solo afecta a las organizaciones en cuestión, sino que repercute directamente en la calidad de vida de los peruanos, al obstaculizar el acceso a servicios básicos esenciales. Este fenómeno lo hemos visto repetidamente en sectores clave. Petroperú es el ejemplo bandera de las consecuencias de gestiones deficientes: estabilidad financiera comprometida y capacidad operativa mermada. En lugar de liderar el desarrollo energético del país, la empresa ha sufrido pérdidas que terminan siendo asumidas por todos los peruanos, desviando recursos necesarios para cerrar brechas urgentes de nuestro país.Otro ejemplo claro es Corpac, encargada de la operación de los aeropuertos del país. Los retrasos, la falta de inversión en modernización y la burocracia ineficiente han convertido a nuestros aeropuertos en un freno para el desarrollo turístico y comercial, en lugar de ser motores de crecimiento económico.