INSEGURIDAD. Desde que Dina Boluarte asumió el poder en diciembre del 2022, se ha destacado mucho la debilidad intrínseca de su administración. Ello por varios motivos objetivos: poca capacidad de convocar a ministros idóneos, su impopularidad (que cada día crece más), o el hecho de no tener una bancada propia, sino aliados coyunturales en el Congreso de la República, por ejemplo. Sin embargo, desde ese entonces, lo poco que quedaba de institucionalidad en el Ejecutivo tras el desastre castillista no solo ha continuado resquebrajándose, sino que ese resquebrajamiento se ha venido acelerando recientemente.