"No toque nada", le susurró un fiscal a un agente de la Diviac. Ambos acababan de ingresar a una casa en el asentamiento Sarita Colonia, en el Callao, donde vivía el cabecilla de Los Rápidos y Elegantes, una organización criminal que se dedicaba al robo de camiones que salen del primer puerto. La Policía llevaba meses investigando cómo la banda, en cuestión de minutos, secuestraba furgones que transportaban autopartes y equipos tecnológicos valorizados en cientos de miles de dólares. (Edición domingo)