La corrupción está matando al Perú. No es una frase exagerada; es la realidad cruda que se vive a diario en un país donde el saqueo de recursos públicos se ha convertido en norma. Cada sol robado por políticos corruptos, empresarios inescrupulosos y funcionarios cómplices es un golpe directo al futuro del país. No solo se trata de malversación de fondos, es un sistema podrido que perpetúa la pobreza, frena el crecimiento y destruye cualquier esperanza de progreso para millones de peruanos.