LA MECHA DE MECHE
21 de diciembre de 2006

Mercedes Cabanillas tiene hasta el momento, con las restricciones propias de una representación fragmentada, un buen desempeño como presidenta del Congreso. Pero alguien debería decirle que se le está pasando la mano en su afán de mejorar la imagen del Parlamento a punta de enfrentamientos con algunos ministros. Esta columna tiene dicho objetivo.El encontrón con Mercedes Aráoz lo evidencia. La 'guerra de las meches' deja el balance de una funcionaria con el coraje de enfrentarse al Congreso -y a los lobbies que lo abordan- para poner en la agenda una ley importante para que los tragamonedas paguen impuestos.No hay que regatearle méritos a Cabanillas en esta causa. Si no fuera por su brusca reacción, el tema no habría alzado vuelo. Gracias a ello, el país se interesó por esta votación en el Congreso de tal modo que fue imposible que los 'tragamonederos' y sus aliados con curul lograran obviarla. Pues aunque lo niegue Meche, lobbies hay en la Plaza Bolívar y, en este caso, sin duda.La presidenta del Congreso también ha contribuido a fortalecer la posición de Aráoz en el gabinete. Si la patinada sobre el presidente electo de Ecuador la había debilitado, ahora se ha convertido en inamovible, salvo que le quieran ofrecer un trofeo de guerra a Cabanillas, lo cual no parece ser el ánimo en el Ejecutivo.Lo que también ha proyectado 'la guerra de las meches' es que Aráoz solo es un peón en el complicado ajedrez que juegan Cabanillas y Jorge del Castillo. Como lo fue la ministra Verónica Zavala hace unas semanas, a quien Meche también le empujó el carro parlamentario.Aunque todos los congresistas se unan alrededor de una presidenta que les mejora la autoestima con pastillas de efecto temporal, el Parlamento sigue produciendo leyes malas, sus debates son -con algunas excepciones- deplorables, y lo ocurrido en la Comisión de Ética con Carlos Raffo es un escándalo de otorongo de la peor estirpe. Quizá no sea mucho lo que Meche puede hacer para resolver estos asuntos, pero esos son, en todo caso, y sin duda, los problemas reales del Congreso, señala el director de Perú 21, Augusto Alvarez Rodrich.