Por Carlos Casas Tragodara, profesor de la Universidad del Pacífico.En los últimos meses estamos asistiendo a una desregulación de la economía. Sin embargo, esta desregulación no es sobre las actividades formales, sino sobre las informales. Aquí hay que hacer una distinción dentro de la economía informal porque las economías ilegales son parte de ellas. Una situación particular es la de millones de personas que buscan ganarse ingresos día a día para generarse medios de subsistencia. En estos casos podemos ver una forma no organizada de muchos agentes que participan en mercados específicos que tienen características particulares como una baja productividad y ausencia de regulaciones.Cuando nos referimos a economías ilegales estamos hablando de organizaciones de personas que tienen un objetivo económico más amplio y que articulan a muchas personas en su cadena productiva. En esta categoría se incluyen el contrabando, laminería ilegal, la trata de personas y el narcotráfico, entre otros. Un aspecto adicional es que con estas actividades se hace daño a la integridad de las personas en muchos casos.El avance de estas economías ilegales se da, en muchos casos, debido a las condiciones económicas de un país, su régimen tributario y aduanero como las regulaciones existentes y también por condiciones externas. Podemos pensar que ante una regulación débil y autoridades corruptas pueden prosperar actividades como el contrabando y la trata de personas. A estos factores debemos sumar los factores externos como los precios internacionales de ciertos productos como la hoja de coca o el oro.En el caso de este metal, el incremento de precio observado en los últimos años que han llevado los precios a máximos históricos de US$ 2,500 dólares la onza genera fuertes incentivos al incremento de la minería ilegal que ocupa zonas donde se iban a desarrollar proyectos mineros y que están detrás de parte de la conflictividad que se observa alrededor de este tipo de proyectos mineros.