Por David Tuesta, presidente del Consejo Privado de Competitividad.Decía Mark Twain que "es más fácil engañar a la gente que convencerla de que ha sido engañada". Lo anterior bien puede ser aplicado a la política del salario mínimo en el Perú (remuneración mínima vital, RMV). Es cierto que la mayoría de países en el mundo han convertido un deseo en un derecho. Claro, ¿quién puede querer una sociedad donde a un trabajador se le pague menos de lo que su valor agregado merece, fruto de una relación asimétricaen laquees te queda en des ventaja? El problema, sin embargo, está cuando el deseo u objetivo se transforma en una política de control de precios elevada a derecho, con serios efectos colaterales.El "derecho monetario" que la ley establece en favor de unos, y que otros deberán pagar tendría que guardar, al menos, un criterio justo en ambos lados de la ecuación. Sil aR M V, por ejemplo, obliga a un pago superior a la contribución del trabajador en el proceso productivo, las distorsiones económicas se generarían automáticamente. Habrá empresas que podrán pagar sin problema esa RMV porque son empresas altamente productivas. Las otras que son menos productivas, en cambio, no estarán en capacidad de hacerlo por lo que se verán ante la decisión de perder dinero, cerrar la empresa o contratar informalmente. Y siendo el Perú un país de muy baja productividad es hacia donde nos ha llevado el ‘engaño’ del salario mínimo desde hace bastante tiempo. Según datos oficiales, la informalidad supera el 70%.(Edición sábado).