Bolivia -país al borde de una crisis económica- vivió ayer poco más de tres horas de tensión que posteriormente viraron hacia la incertidumbre, confusión y desconfianza. Sobre el mediodía, militares liderados por el entonces comandante del Ejército Juan José Zúñiga llegaron a la Plaza de Murillo, en el centro de La Paz, para rodearla. Pronto se instalaron frente a Palacio Quemado (sede del Ejecutivo) e intentaron ingresar. Desde diversos frentes del oficialismo ya se vociferaba que se trataba de un intento de golpe de Estado. La alarma cruzó fronteras y diversos países, además de la ONU, pusieron el grito en el cielo. El rebelde mando militar justificó el despliegue porque "una élite se ha adueñado del poder, del Estado". Dijo, en medio de la tensión, que las Fuerzas Armadas quieren reestructurar la democracia y pidió la libertad de todos los presos políticos, mencionando a la expresidenta interina Jeanine Áñez y a Luis Fernando Camacho, gobernador de la provincia de Santa Cruz, ambos en prisión.