Diez años han transcurrido desde que el Gobierno de Ollanta Humala otorgó la buena pro del gasoducto sur peruano al consorcio Odebrecht-Enagás.Eran los tiempos en que el Estado peruano planificaba el desarrollo del gas natural a lo grande. Muestra de ello el planteamiento del Ministerio de Energía y Minas (Minem) para construir otro gasoducto, esta vez, entre Camisea y Lambayeque."En este momento estamos estudiando el gasoducto al norte que, probablemente, saldrá del Cusco, seguirá la ruta del valle del Mantaro y subirá hacia Trujillo y Chiclayo", anunció Eleodoro Mayorga, ministro de Energía y Minas en aquel entonces.Era julio de 2014, y el Minem proyectaba la construcción de más obras de infraestructura, como el ducto de Marcona hacia Matarani, con la finalidad de desarrollar una red nacional de ductos integrada. Una década después es poco lo que queda de esta aspiración.Bien entrado el 2024, el Perú solo cuenta con un gasoducto troncal, el de Camisea hacia Lima (TGP), y con varios gasoductos virtuales que transportan el gas natural en camiones hasta las principales ciudades del sur y el norte.Se trata, a decir de Tomás Delgado, CEO de TGP, de algo absolutamente inusual para un país con el potencial de hidrocarburos que tiene el Perú.