El crecimiento del PBI nacional en abril (5.28%) sorprendió a todos. Si bien se esperaba un resultado positivo, en particular porque este año Semana Santa fue en marzo -lo que implicaba más días de actividad económica en abril- y no había riesgo de anomalías climáticas, hasta los cálculos habitualmente optimistas del MEF, que esperaba un aumento de 4%, se quedaron cortos. El hecho de que el BCR, usualmente más cauto, estimaba una tasa algo más alta era señal de que abril había sido un mes atípico, si se lo compara con la desaceleración del 2022 y la recesión del 2023.La noticia del PBI de abril es bastante buena, sobre todo porque ya nos habíamos acostumbrado a las ingratas sorpresas, como los embates del clima y los del Congreso -que ha seguido actuando ajeno a la realidad del país-, además de los escándalos autogenerados por el Gobierno y el reciente caso de ineficiencia de la empresa estatal Corpac. Sin embargo, un solo mes no marca tendencia, así que el Gobierno de Dina Boluarte, en general, y el MEF, en particular, harían mal en atribuir el resultado de abril al manejo macroeconómico o a la eficiencia del gasto público a cargo de los ministerios.