Por Iván Alonso, economista.Es iluso pensar que una gestión privada, sin transferencia de propiedad, va a hacer de Petro-Perú una empresa rentable. La diferencia fundamental entre una empresa pública y una privada no está en las universidades donde hayan estudiado sus gerentes ni en las maestrías que hayan hecho, sino en los objetivos trazados por los accionistas y el seguimiento que les hagan. Sin accionistas que tengan en juego su propio patrimonio, la gerencia y aun los directores que representan a los accionistas pueden trazar sus propios objetivos y perseguir las más nobles de las causas a costa de la empresa.Petro-Perú podrá tener una gestión privada, a cargo de profesionales calificados y de amplia trayectoria empresarial, que responda a un directorio integrado también por profesionales calificados y de amplia trayectoria empresarial; pero mientras ese directorio responda a una junta de accionistas integrada por políticos, la empresa perseguirá, en última instancia, objetivos políticos, no comerciales. No siempre chocarán entre sí; pero cuando choquen, ya sabemos cuáles llevarán la peor parte. El único poder que le queda a la gestión privada en ese caso es el de renunciar.