Un nuevo ataque terrorista -hace rato que estos atentados contra la vida y la propiedad deberían haber recibido oficialmente tal denominación- se produjo ayer contra la compañía minera Poderosa en Pataz, La Libertad. El objetivo, nuevamente, fue una torre de alta tensión, haciéndonos recordar la infausta época en que Sendero Luminoso mantenía en zozobra permanente a los peruanos.Esta vez, como indica la empresa, "volaron la torre 55 que conecta el Sistema Eléctrico Nacional (SEIN) con Mina Poderosa". La consecuencia directa no solo es el daño material sino la afectación económica, pues todas las operaciones de Poderosa se han quedado sin energía. Un acto de sabotaje que busca amedrentar a propietarios y trabajadores para que dejen el terreno libre a los ilegales.Las últimas embestidas contra la mina han cobrado ya la vida de 17 personas. Estamos hablando entonces de una ofensiva de gran calado contra la cual las fuerzas de seguridad -siempre tan fotogénicas a la hora de anuncios presidenciales de medidas contra la violencia- lucen como un aparato inoperante, puramente decorativo, incapaz de afrontar la situación y poner orden en las zonas de conflicto.Detrás de estos atentados está la minería ilegal asociada a organizaciones del bajo mundo. En cuanto a dinero y poder de fuego van sobrados.