Por Alonso Bustamante Canny, presidente de Confiep.En los últimos meses, hemos visto actos terroristas indiscutibles: hace unas semanas, organizaciones criminales, financiadas por mineros ilegales, dinamitaron torres de alta tensión en Pataz, en los Andes de La Libertad. El 13 de diciembre de 2022, hubo tres atentados contra las instalaciones del canal CTC, del Cusco, con el único objetivo de aterrorizar a medios de comunicación. Pocos días después, en enero de 2023, observamos a grupos violentistas que generaron terror en sedes de instituciones estatales, como la quema de 20 comisarías y sedes del Poder Judicial. Además, todos los días vemos cómo organizaciones criminales se empeñan en cobrar cupos a emprendedores basándose en el miedo.Todos ellos son actos terroristas que deben ser cuestionados por la ciudadanía. Sin embargo, algunos se rehúsan a llamar a los actos violentos de organizaciones criminales como terrorismo porque en los años ochenta y noventa, en el Perú, se llegó a extremos insospechados con decenas de miles de muertos. Recordemos que Sendero Luminoso es considerado como el grupo terrorista más sanguinario del mundo. No por ello, sin embargo, debemos esperar a que una organización criminal acabe con la vida de tantas personas para ser llamada terrorista. Es decir, no todos los actos de terrorismo son en la actualidad obra de senderistas. Esto hay que decirlo a voz alzada.