A las 20:19 del 17 de diciembre de 1996 los cerca de 700 invitados del embajador japonés en Lima, Morihisa Aoki, a la celebración del 63 aniversario del natalicio del emperador Akihito, empezaban a disfrutar de una placentera velada. Allí estaba presente la crema y nata de la sociedad peruana y la diplomacia acreditada en Lima, hasta que una estruendosa explosión acabó con la fiesta que avizoraba apoteósica.Y de inmediato aparecieron los rostros encapuchados del terror, disparando a diestra y siniestra y obligando a los invitados a tirarse al piso.